Estabas ahí, frente a mí, y te podía tocar pero algo me lo impedía, como si se me hubieran pegado los brazos al cuerpo.
Aquí está Sosej, dijo esa niña a la que en aquel momento envidié porque ya te conocía, ya te había abrazado, ya te había querido… y tú ya la querías a ella. Envidié a una niña y eso no te lo dicen en ningún libro, pero está mal.
Estiró aquellos brazos que te sostenían como si se creyera Rafiki y te dejó ahí, suspendida en el aire. Se evaporó el pegamento y te cogí de inmediato, que podía tener miedo a hacerlo todo mal pero no te iba a dejar caer. Siempre tengo miedo a hacerlo todo mal, pero contigo a veces se me olvida.
Esa fue la primera vez que nos vimos cara a cara.
Meses de espera, pero en mi mente es lo de los saltos y luego ya esto. Para que digan luego que el tiempo no vuela.
Te acuerdas de lo que te decía ayer, ¿verdad? Eso de idealizar intentando no hacerlo.
Quizá no recuerdo mucho de esos meses porque fueron una pérdida de tiempo. Daba igual que hubiera idealizado o no, que me hubiera intentado convencer de que no iba a ser para tanto y de que todo saldría mal o que hubiera pensado que ibas a ser increíble y a cambiarme la vida. Daba igual, porque por mucho que lo hubiera intentado no habría sido capaz jamás de imaginarme lo que ibas a significar para mí.
Esto no se lo he dicho a nadie, pero cuando te miro y me quedo callado y se me escapa una lágrima es por eso: tengo todo esto dentro y no hay palabras que me ayuden a sacarlo, y no te puedo abrazar todo lo fuerte que te abrazaría porque sería contraproducente, y no puedo gritar porque eso ya se lo dejamos a la vecina loca.
Pero eso ya es una historia para otro día.
Hans Zimmer – King of Pride Rock