Never saw blue like that

A lo mejor tú te estás preguntando qué es poesía, pero mientras nos clavamos mutuamente las miradas lo que yo me pregunto es qué miramos cuando miramos unos ojos. A la vez se puede ver todo, pero no mirarlo: mirar implica enfocar, elegir un punto.
A lo mejor tú te estás preguntando qué es poesía mientras yo decido que tus pupilas son un buen punto de partida, y clavo en tu pupila mis pupilas negras.
Las pupilas son negras.

Como mirar es escoger miro tu ojo derecho, tu pupila derecha concretamente. Ahí ya no te veo y no sé si miras o ves o te preguntas algo, aunque no importa: es mi viaje y allá voy.
Quitando un poco de zum hace presencia, ahora sí, el azul: azul claro, azul intenso, azul profundo…
Una ola amplía nuevamente la imagen, que es un punto negro algo más pequeño que antes rodeado de un manto azul, azul mar en calma, azul playa en verano cuando acaba de amanecer… y yo, que nado de aquella manera, sin mis manguitos.
Ola tras ola navego por tu ojo derecho que parece no tener fin, asaltado por la duda de si el izquierdo esconderá un mar similar, con ganas de comprobarlo y un miedo inmenso al mismo tiempo.
El temor del principiante pierde la batalla ante la osadía del grumete, y en un giro inesperado de un salto miro tus ojos, los dos, al mismo tiempo; y no es ver sino mirar, a pesar de creerlo imposible.

Están nuestras pupilas ancladas dos a dos, dos puntos negros en mitad de un océano o de dos mares, y yo, que nado de aquella manera, me ahogo en tu mirada.

Y a lo mejor, si me permite Bécquer, poesía eres tú.

Shawn Colvin – Never saw blue like that

Some things are the way they are and words just can’t explain.

I lived

Nunca va a ser suficiente.

Llegará en algún momento el final, o un final, y querrás cinco minutos más. Estamos programados para querer siempre cinco minutos más, y otros cinco después, y otros cinco luego.

Van a llegar muchos finales y no vas a estar preparado.
Nunca.
Es una palabra dura, ¿verdad? No mires hacia otro lado: léela, una y otra vez si es preciso.
Nunca va a ser suficiente.
Nunca va a ser suficiente.
Nunca va a ser suficiente.

Es como una de esas lecciones que te obligaban a aprenderte en el colegio. Tú, que en lo último que pensabas era en tratar de entenderla, repetías aquellas palabras como un loro hasta que terminaban por quedársete dentro.
Nunca va a ser suficiente.

¿Ha bastado ya? ¿Lo tienes?
Nunca va a ser suficiente, por si acaso.

¿Para qué intentarlo pues? ¿Para qué luchar si al final todo sabrá a poco, si siempre vas a querer más? No sé si realmente esperabas una respuesta, pero no voy a dártela. ¿Sabes por qué? Porque no lo sé. No sé qué sentido tiene, si es que tiene alguno; y siento que podría repetir también mil veces no sé qué sentido tiene y seguir sin entenderlo, que lo llevo dentro, lo digo, lo escribo y lo tengo claro, pero no lo entiendo.
No sé qué sentido tiene.

Y al final, ya sea un final cualquiera o el final, va a tener menos sentido cuanto más hayas dado, vas a querer cinco minutos y los vas a querer con unas ganas que serán proporcionales a la intensidad con la que hayas vivido eso que se termina.

¿Por qué vivir entonces, si el final será más amargo cuanto más lo hagas?
Porque no hay nada más triste que llegar al final y no querer cinco minutos más.

OneRepublic – I lived

I owned every second that this world could give.

Higher

No sé en el resto del mundo, pero en Barcelona los pasos de cebra ya no son como los de antes: ahora hay dos líneas discontinuas de cuadrados blancos en ambos extremos y nada más. Nada más. No hay rayas.
A lo mejor no me he enterado y lo que han cambiado son las cebras.

El caso es que cuando cruzo la calle siempre miro a los conductores que esperan que se encienda la luz verde de su semáforo. Quizá sea una tontería, pero es costumbre; y no es una tontería, porque el otro día cruzaba con la mirada hacia el frente, me di cuenta en lo que vendría a ser la segunda raya blanca desde la acera de origen, giré la cabeza hacia la izquierda y te vi.

Te vi, me estabas mirando y volví enseguida la cabeza hacia delante.
Tiene gracia que cuando queremos ver a alguien esquivemos su mirada, mientras que cuando no hay interés no nos cuesta nada mantenerla.
Pisé la tercera línea blanca que no estaba ahí, volví a mirar, seguías mirándome y giré de nuevo la cabeza. Era como si tuviera un muelle, que se estiraba al mirar hacia ti y al verte me obligaba inmediatamente a volver a la posición de reposo.
Volví a hacerlo una tercera vez, a una línea invisible de la acera de destino, y ahí seguías.
Resistiendo la tracción del muelle tuvo lugar una conversación de esas que se tienen con gestos en las que en realidad no entiendes lo que quiere decir el otro, sino lo que te gustaría que estuviera queriendo decir. Me dijiste que diera la vuelta, que corriera, que me abrías la puerta de tu autobús si quería.
Y quise.

A zancada por parpadeo del señor verde del semáforo deshice corriendo el camino andado, mientras tú accionabas el botón de apertura de puertas, sonriendo y sin quitarme ojo. Subí, respirando con dificultad, temblando y no por la carrera. Me di cuenta entonces de que no llevaba ni dinero ni billete. Te lo dije, y volví a hablarte con gestos, que puede costar creerlo pero yo soy de hablar en silencio.

Vuelve a sonreír y te llevo donde quieras.

Creed – Higher

Can you take me higher?