A veces siento como si fuera a cambiar de fase, como si en cualquier momento pudiera abandonar este plano y no ser capaz de encontrar el camino de vuelta. ¡Malditas miguitasde pan! Nunca sé si soy yo que me olvido de tirarlas o es que llevo a alguien con hambre siguiendo mis pasos.
¿Y qué pasa si no encuentro la senda que lleva a casa? ¿Y si nunca hubo una casa a la que volver?
¿Qué pasa si durante todo este tiempo lo que he estado buscando ha sido perderme y no me he dado cuenta hasta ahora, cuando ya es demasiado tarde para pasar inadvertido?
Un día me iré. Lejos o cerca, la distancia será lo de menos; lo de más será el hecho de no estar. Cosas que pasan cuando uno se va.
No me busquéis entonces: jamás podréis dar conmigo.
El karma es como los puntos que te dan por pagar con tarjeta o por poner gasolina: saludar suma un punto, sonreír vale dos, parar el coche para bajarte a recoger la bufanda de una mujer a la que has visto que se le caía y devolvérsela no sé cuántos da, pero espero que muchos.
La única diferencia entre el karma y los programas de puntos es que el catálogo de regalos, porque existe un catálogo de regalos kármico (comoquiera que se escriba eso), no se puede consultar. Y que las recompensas son diferentes para cada persona. Y que tú no eliges cuándo canjeas tus puntos. Y que no puedes saber cuántos puntos tienes.
El resto es igual.
Ser bueno porque sí cuesta, pero serlo sabiendo que te esperan una serie de recompensas hace que merezca la pena. ¿Es egoísta? Mucho, pero ¿cuál es el problema? Es como esos que critican que la gente sea buena en Navidad solo por el hecho de ser Navidad. ¿Qué importan los motivos? Lo importante es que la gente es buena. ¡Cualquier excusa sirve! Que a veces uno ve la ocasión y piensa ¿lo hago o no lo hago?, y hay cuando lo hace y cuando no, porque ¿qué más da? La balanza se inclinaría con más frecuencia hacia el lo hago si supiéramos que nos van a dar diez puntos.
Nos encanta ganar puntos. Somos codiciosos por naturaleza.
Ojalá todo el mundo leyera esto, se lo creyera y se volviera asquerosamente egoísta. Me encantaría vivir en un mundo lleno de egoístas que saludan, sonríen, abren puertas, ayudan, piden perdón, se preocupan por los demás, cuidan del medio ambiente… Un mundo de gente mezquina, más o menos como el de ahora, pero mezquina y buena.
No os olvidéis de dar mi nombre al realizar vuestra próxima buena acción, que me dan cinco puntos extra por cada amigo que se una al programa.
A las seis menos cinco de la mañana me han despertado los latidos de mi corazón. Pum-pum. Sangre. Pum-pum. Más sangre. Pum-pum. Aún más.
¿Para qué hace falta tanta sangre? Nunca lo había notado latir con tanta fuerza.
Visto que corazón ya tengo, cuando me presente ante el Mago de Oz le pediré valor, como el león.
Seguridad, no de la que te dice que dos más dos son cuatro, sino de la de verdad.
Valentía para hacer las cosas que quiero hacer, sin excusas, sin miedo. Sin esconderme.
Valor para decirte que no sé qué le pasa a mi cabeza, pero se siente lenta e inevitablemente atraída por la tuya, y como no te apartes no me va a quedar más remedio que darte un beso.
Ya que estoy, le pediré también que no te apartes.