Empty apartment

Paso por la puerta de esa sala como habré hecho tantas veces, pero hoy es diferente. Hoy las sillas no aguantan siquiera el peso de la luz de los fluorescentes. Hoy los muebles sólo soportan el peso del aire. Hoy las paredes dan cobijo a una penumbra que, tan clara como un neón, dice a gritos que se acabó.

Terminó, como todo aquello que empieza, y nada más hacerlo no hubo nada. Es tan simple que asusta. Terriblemente simple. Puedes estar años viviendo en un lugar y basta que te vayas para que nunca hayas estado.
No es más que una habitación, lo sé, pero ¿acaso no es eso la vida?

No, no lo es: la vida, de ser algo, es una casa.

Al nacer nos instalamos, y quizá la vida, como ya he dicho, no sea una habitación, pero en ese momento tampoco necesitamos mucho más: lo único que hacemos es cagar, llorar, dormir, comer y mear, no necesariamente en ese orden, pero en bucle, y todo en el mismo sitio. ¿Hay más espacio en la casa? Qué más da, si ni nos sabemos mover.

Sin embargo lo hay.

A medida que vamos creciendo descubrimos las diferentes estancias que la genética, las estrellas o el destino trazaron en nuestro plano. No está mal el pisito, aunque a más metros cuadrados más egoísta es vivir solo. Como no queremos pecar de egoístas, decidimos compartir. A lo mejor no damos las llaves, que tampoco estamos locos, pero invitamos a gente a que pase un tiempo en nuestra morada.
Gente, escrito así queda bastante frío, pero Bienvenido a la República Independiente de tu Casa, ¿no? Es la forma más genérica que se me ha ocurrido de englobar todas las opciones.

Con quién decidas compartir esas cuatro paredes es lo de menos, siempre que se trate de personas cuya mera presencia en la habitación de al lado te haga sentir más tú.
Quizá tengas una mansión, pero por grande que sea en algún momento estará llena. Mejor que la ocupen personas que, cuando se vayan, porque tarde o temprano todos nos vamos, dejen algo más que polvo y silencio amontonados sobre el mobiliario.

Yellowcard – Empty apartment

I think sometimes you forget where the heart is.

Flamme à lunettes

Troisièmement, ne te laisse jamais, au grand jamais, tomber amoureux.

Me he tomado la libertad de soñar contigo sin conocerte.
He cogido dos conversaciones y he hecho de ellas un mundo.
Te he creado a imagen y semejanza de alguien que no existe y me he creído que eras Tú.
A su imagen y semejanza, y lo físico no ha tenido nada que ver.

Elegimos palabras que sabemos que no tienen ningún sentido porque otros lo hicieron antes y el resultado no nos pareció tan malo.

Y eras Tú, con la te mayúscula, quien dormía bajo los rayos del sol de un domingo por la mañana mientras yo soñaba contigo. Nuestros hijos irrumpían en el dormitorio gritando y yo cerraba los ojos con fuerza esperando que eso fuera suficiente para que no despertases.

Mayúsculas.
Son curiosas las mayúsculas.
Y grandes.

Te he escrito en mayúsculas y ni siquiera sé si existes, si te volveré a ver; aunque para eso supongo que tendría que haberte visto alguna vez.

Troisièmement, ne te laisse jamais, au grand jamais, tomber amoureux.
Car alors pour toujours à l’horloge de ton coeur la grande aiguille des heures transpercera ta peau, tes os imploseront, et la mécanique de ton coeur sera brisée de nouveau.

«La mécanique du coeur» – Mathias Malzieu

Dionysos ft. Olivia Ruiz – Flamme à lunettes

Sans penser à rouvrir les yeux.

One step closer

El cuerpo no tiene muy claro que el reloj no mienta, que la hora que anuncia sea la que es. Antes era más fácil, porque el cambio de hora lo hacía uno: giraba una rueda, le daba a un botón… lo que fuera, pero algo. Antes se te podía olvidar realizar el ajuste, notando entonces que algo no andaba bien, porque el mundo iba como a destiempo, porque tú tenías las dos y eran las tres, y había confusión y no entendías nada. Luego veías un reloj ajeno, descubrías dónde estaba el truco, cambiabas la hora y se solucionaba el problema.
Ahora no.

Ahora es el futuro, todo es automático, y si la hora quiere cambiar no te espera: cambia y punto. Ya te apañarás.
Ahora te despiertas y todos los relojes están en hora. Es como si todo estuviera en orden, aunque tu cuerpo insiste en que no, que aquí ha pasado algo, que a él no le engañas. Si sabes lo del cambio horario bien, pero si no no te das cuenta y sigues con esa sensación de que ha cambiado algo y no sabes qué.

Ha cambiado algo: has dormido una hora menos, y eso es bueno.
Estás una hora más cerca de todo lo que te espera.

Linkin Park – One step closer

Just like before…