King of Pride Rock

Estabas ahí, frente a mí, y te podía tocar pero algo me lo impedía, como si se me hubieran pegado los brazos al cuerpo.

Aquí está Sosej, dijo esa niña a la que en aquel momento envidié porque ya te conocía, ya te había abrazado, ya te había querido… y tú ya la querías a ella. Envidié a una niña y eso no te lo dicen en ningún libro, pero está mal.

Estiró aquellos brazos que te sostenían como si se creyera Rafiki y te dejó ahí, suspendida en el aire. Se evaporó el pegamento y te cogí de inmediato, que podía tener miedo a hacerlo todo mal pero no te iba a dejar caer. Siempre tengo miedo a hacerlo todo mal, pero contigo a veces se me olvida.

Esa fue la primera vez que nos vimos cara a cara.
Meses de espera, pero en mi mente es lo de los saltos y luego ya esto. Para que digan luego que el tiempo no vuela.

Te acuerdas de lo que te decía ayer, ¿verdad? Eso de idealizar intentando no hacerlo.
Quizá no recuerdo mucho de esos meses porque fueron una pérdida de tiempo. Daba igual que hubiera idealizado o no, que me hubiera intentado convencer de que no iba a ser para tanto y de que todo saldría mal o que hubiera pensado que ibas a ser increíble y a cambiarme la vida. Daba igual, porque por mucho que lo hubiera intentado no habría sido capaz jamás de imaginarme lo que ibas a significar para mí.

Esto no se lo he dicho a nadie, pero cuando te miro y me quedo callado y se me escapa una lágrima es por eso: tengo todo esto dentro y no hay palabras que me ayuden a sacarlo, y no te puedo abrazar todo lo fuerte que te abrazaría porque sería contraproducente, y no puedo gritar porque eso ya se lo dejamos a la vecina loca.

Pero eso ya es una historia para otro día.

Hans Zimmer – King of Pride Rock

Adiós

Que yo no era así y ya ves: que lloro por todo. ¡Por todo!
Pero es que no puedo ocultarlo, callarlo. No puedo, Rocío, lo siento.
Que me había jurado que no iba a llorar y mírame,
pero vaya estupidez de promesa también.

Los chicos lloran, claro que sí, ¿y qué? Pero, ¿por todo? Que todo me emociona: TODO.
Estoy viendo una película, pasa algo, por pequeño que sea: lloro.
No pasa nada pero me imagino que puede pasar, aunque no haya indicios: lloro.
Mi madre ya lo hacía y yo me reía de ella. Inconsciente.
¡Pero si solo se han dado un abrazo!
Qué iba a saber yo.

Joder, estoy llorando. UN ABRAZO. ¿Os acordáis?
Los besos siempre me han dado más igual. ¡Qué pereza! Pero ay un abrazo…

La Oreja de Van Gogh – Adiós

Tengo que irme ya, abrázame.

Madness

No cuento los días porque me parece que eso es torturarse a uno mismo y qué sentido tiene, pero lo mismo son demasiados ya, que yo pensaba que estaba bien, pienso que estoy bien, pero tengo menos ánimo, menos ganas. Y lloro más.
Llorar es bueno, está bien, pero lo mismo no hace falta llorar porque se le ha acabado la tinta al boli.
Hay límites.

Otra cosa que no hago es hablar con las plantas. ¿Para qué? No te escuchan, no te contestan, y lo último que quieres demostrarle al mundo es que te estás volviendo efecticamente loco.
Uno pierde la cabeza por dentro, poco a poco, y no lo dice.
Me paso mucho tiempo mirando las plantas, eso sí, fijamente. Últimamente mientras lo hago veo con el rabillo del ojo muchas cosas moverse a mi alrededor, como si hubiera alguien ahí, o algo. O muchos algos. Cuando centro la mirada todo está bien, pero yo sé que no es verdad, y ellos también.
Eso es volverse loco, pero por dentro, sin que se note.
Lo último que se me ocurriría sería escribir sobre ello.

Dice el helecho que llevamos cuarenta y siete días.

Muse – Madness

And some kind of madness has started to evolve