Nunca tengo miedo de irme, pero cada vez que lo hago me aterra la idea de no poder volver. Aprendí a tirar migajas para marcar el camino, pero los niños gorditos las tiramos con una mano y las cogemos con la otra. Aprendí también que con la comida no se juega.
Si uno quiere volver tiene que irse, y ¿no nos vamos a veces solo por eso? Nos da igual adónde o cómo: nos vamos para volver, que una estancia permanente no tiene impacto y aquí todos somos muy de querer dejar huella.
Me fui o me he ido, no lo tengo claro, y ojalá, porque si supiera en qué tiempo escribirlo sabría dónde estoy. ¿Sigo por ahí? ¿He vuelto ya?
Bebe – Me fui
Me fui pa’ volver de nuevo.