Están sentados en un banco de un parque lleno de gente pero no hay nadie más. Están solos: él para ella, ella para él. No existen siquiera esos pájaros que no dejan de cantar desde que ha arrancado la primavera.
Se miran con el diafragma abierto al máximo para que se les emborrone el resto, y se hacen fotos, continuamente, una tras otra. Se las hacen como sin querer, sin ser conscientes de que tienen un motivo, de que la vida les va a ir cambiando la profundidad de campo despacio pero sin freno, dándole nitidez a infinidad de elementos que no les dejarán volver a esto, al ahora, a este estar solos en cualquier parte.
A cada disparo le sigue una sonrisa, inocente y llena de hambre. Hablamos de comer con los ojos sin que sea más que una expresión, pero de poderse ellos no necesitarían alimento durante meses. Se meriendan. Se desayunan. Se cenan.
Se comen las miradas y no necesitan más, pues su enfoque selectivo también difumina el hambre.
Están en un banco de un parque lleno de gente a la que ellos no ven, pero cuando esa gente los mira los encuentra sentados. Ellos, sin embargo, se sienten flotar, como si fueran también ajenos a la gravedad que afecta al resto y solo sufrieran la que generan sus cuerpos.
Se miran, se hacen fotos, se alimentan.
Se atraen.
Se acercan lentamente, mucho más rápido que el ritmo al que habíamos quedado que la vida les va a enfocar el mundo y aun así de forma pausada. La velocidad de su acercamiento no es inversamente proporcional a la atracción que les invade porque sería cero, pero tiende a ese valor por su derecha. Es poco, es poco, es poco y de pronto lo es todo. Ni habiendo estado meses sin comer podrían devorarse con más ganas.
Algún paseante se incomoda, pero qué más da si ahí no hay nadie.
Están sentados en un banco de un parque lleno de gente y es primavera.
Quizá vuelvan a ese mismo banco durante la misma estación de cualquier otro año, pero ya nunca volverá a no haber nadie más.
Ed Sheeran – Photograph
Holdin’ me closer ‘til our eyes meet.