Dance real slow

Diré una estupidez de las mías. Todo el mundo me mirará en silencio, y me mirará mal. En ese silencio estallará una carcajada, que será tuya. No te reirás por tratar de llamar mi atención, por pensar que es lo que quiero. Te saldrá sin más, desde dentro, porque mi comentario te parecerá gracioso; porque nos encontrarás irresistibles, a los dos: a mí y a mi humor absurdo.
El resto del mundo dará igual entonces; miraré en tu dirección, te veré y me daré cuenta. Sabrás que lo he hecho porque te lo dirán mis ojos, bajito, para no interrumpir la música que acompaña a tu risa, que encontraré irresistible.

Me quedaré embobado mirando cómo se curvan tus labios, imaginando cómo sería besarlos una vez y otra.

Me acercaré sin quitarte ojo, arqueando la ceja izquierda, que es algo muy mío. ¿Y sabes qué? Te parecerá el levantamiento de ceja más sexy que hayas visto en tu vida.
Un escalofrío te recorrerá el cuerpo. Mi ceja izquierda es lo que tiene.

Intentarás hablar, pero no podrás. No es fácil articular palabras cuando unos labios se abrazan a los tuyos.

Un guiño bastará para alejarnos de esa multitud que hará tiempo que habremos olvidado…

…y bailaremos una lenta, de esas que no se pueden bailar.
Ya se nos ocurrirá alguna forma de hacerlo.

 

Like we’re the only people left in the world.

For the first time

Podría dividir las primeras citas que he tenido hasta la fecha, que han sido algunas, en dos grandes grupos: aquellas que me han dado ganas de salir corriendo y las otras dos.
A lo mejor es que soy muy exigente, o que tengo mala suerte; o a lo mejor simplemente es un hecho contrastado y el noventa y nueve por ciento de las primeras citas son un asco. Ya me diréis vosotros.

Los días previos al encuentro en cuestión no puedo evitar montarme películas. Iba a generalizar y hacer eso que tanto me gusta de escribir en primera persona del plural como si todos fuerais yo, pero no, que quedaría feo si al final resulta que el problema es única y exclusivamente mío. ¿Montarme películas yo? ¡Jamás! Voy juntando lo poquito que tengo, la sonrisa de aquel día, el oye-por-qué-no-me-das-tu-teléfono, aquella foto del Facebook que tienes compartida con los amigos de tus amigos, lo cual suele ser mala idea pero allá tú, que no soy yo quien para hablar de malas ideas… y mi mente vuela. Los fotogramas se suceden a velocidades de vértigo, y ya puedo yo darle al stop todo lo que quiera que es como si el botón se hubiera roto, y película y película y más película, que pensaba que era imposible hacer tanto con tan poco material, pero ahí está El Hobbit para dejar claro que aún se puede hacer peor.

No te crees expectativas, Z, que luego te las crees, pones el listón por las nubes y no hay quien lo salte.
Juro que lo intento, cada vez, pero mi cerebro y mi realizador interno parecen no llevarse bien; y no sé quién termina poniendo el listón, pero sé que no soy yo, que tan arriba no llego, aunque ya que está puesto asumo que debe haber un motivo, que quien no sea capaz de saltarlo no debe merecerse pasar, y así me va… con mi noventa y nueve por ciento, frases interminables imposibles de leer sin ahogarse y a una faja de distancia de Bridget Jones.

Después de tanto cine, cada vez que llega nuevamente ese primer momento el desenlace está cantado antes de empezar, hagan sus apuestas que ganan seguro, y es cuestión de segundos descubrir el motivo, por insignificante que sea, que va a crearme esa necesidad de echar a correr tan rápido como me permitan las piernas; pero es que son los pequeños detalles los que hacen las grandes cosas, y que fallen los detalles es empezar la casa por el tejado sabiendo que no hay ladrillos, y sí, vale, confirmo que es cosa mía, que soy muy exigente, pero ahora que tengo la entrada terminada no es cuestión de borrarla.

Y pensaba acabar esto diciendo que tú hoy has venido con una pértiga, pero lo mire como lo mire suena muy mal, así que mejor lo dejo en la frase anterior.

 

We just now got the feeling that we’re meeting for the first time.

Firefly

Soñaba con luciérnagas, aunque nunca antes había visto una. Cada noche, cuando cerraba los ojos, su luz, unas veces amarilla y otras roja, lo inundaba todo; y perdido entre destellos se dormía.

Dentro de su sueño soñaba con un imposible: una luciérnaga azul. Estaba convencido de que había una en algún lugar; de que algún día, durmiendo, soñaría con ella.
Desde la primera vez que aquella idea cruzó su mente encontrarla se convirtió en su única obsesión.

Su mundo despierto fue cediendo poco a poco su sentido a su mundo dormido. Lo real importaba cada vez menos, y las horas que pasaba con los ojos abiertos se le hacían eternas. Vivía ansiando constantemente el momento de volver a caer dormido.
A menudo, sin estar cansado, cerraba los ojos con fuerza e intentaba soñar. Era consciente de que lo que veía entonces no eran verdaderos sueños, sino ensoñaciones controladas. La luciérnaga azul jamás aparecería allí, lo sabía y se odiaba a sí mismo por ello, con todas sus fuerzas.

Su búsqueda lo absorbía, no le dejaba tiempo para nada más.
Salir, comer o relacionarse eran pérdidas de tiempo que lo alejaban de lo que realmente anhelaba, así que no le quedó más remedio que ir desprendiéndose lentamente de cada una de aquellas cadenas.
Perdió el apetito. Dejó que los vínculos que lo unían a familiares y amigos fueran debilitándose hasta desaparecer. Cuanto más aislado se hallaba más libre se sentía.

Pasaron días amarillos y algunos rojos en los que su realidad se redujo a contemplar ráfagas de luz, esperando. No sabría decir cuánto tiempo pasó así hasta que se produjo el milagro, ni si por aquel entonces ya estaba muerto o aún seguía con vida, pero la luciérnaga azul se mostró al fin ante sus ojos… y era preciosa.

Le habló a través del batir de sus alas, del fin, de la vida, de la eternidad. Le explicó tantas cosas que siempre había querido saber y tantas otras que nunca se había cuestionado.
Creyó ser feliz en su presencia, al mismo tiempo que se llenaba de un vacío inmenso.
Cumplido su sueño, no sentía la necesidad de regresar.

Él le preguntó por qué había tardado tanto.
Ella aleteó una sonrisa infinita.

 

But the world looks better through your eyes.