La vereda de la puerta de atrás

Me dijiste que tenías ganas de volver y me emocioné, porque era algo que deseaba aunque apenas lo dijera (aunque no lo dijera en absoluto). Uno puede hacerse el fuerte, el orgulloso, intentar que estas cosas no salgan, para que no le hagan daño otra vez o para no parecer tonto, pero eso solo funciona en la vida real: en los sueños es imposible engañarse a uno mismo.

Me desperté y me hizo gracia, porque cómo ibas a volver si nunca habías venido. Aun así me había alegrado de volver a verte, aunque nunca hubieras mostrado interés.
Aunque nunca vayas a hacerlo.

Supongo que sé fingirlo, pero que en el fondo no soy capaz de guardar rencor, que cierro las puertas pero nunca echo la llave, por si acaso; por si algún día vuelves a llamar aunque nunca lo hayas hecho.

No sé dejar de querer.

Extremoduro – La vereda de la puerta de atrás

Mi ejército no tiene banderas, solo un corazón.

Dinamita

Te perdimos una vez.
Te buscamos, y te buscamos, y te buscamos, pero no éramos capaces de verte.
Tenías que estar ahí, y aun así no estabas.
Seguíamos buscando, teniendo cada vez más claro que no ibas a aparecer, que ya era tarde, que no, pero ¿cómo íbamos a parar? ¿Cuándo dejas de buscar a alguien a quien quieres?
La respuesta es nunca.

Ya habíamos tirado la toalla, pero seguíamos buscando porque la alternativa era peor: aceptar que no íbamos a volver a verte. Y contra todo pronóstico apareciste.

En ese momento lo olvidamos todo. Es como si el cerebro se bloqueara, o incluso como si no tuviéramos cerebro.
No pensamos, no podíamos, ¿cómo?
La cabeza nos seguía diciendo que estaba ya todo perdido, pero ahí estabas.
¡Estabas ahí!

Y mientras dejábamos que la alegría se adueñara de nosotros, el cerebro, que para nada se había bloqueado, seguía haciendo su trabajo, borrando todo lo que nos había llevado hasta ese momento, porque qué importaba todo eso: los nervios, el miedo, la búsqueda, las preguntas…
Nada importaba porque estabas aquí.

El cerebro se encargó de borrarlo todo, incluido el hecho de que realmente no te habías perdido.
No supimos verlo, o no quisimos, porque cómo íbamos a pensar que eso era lo que tú querías.
¿Cómo aceptas que alguien a quien quieres no quiere estar a tu lado?

En verdad nada tenía que ver con nosotros, pero a veces resulta casi imposible no ver las cosas desde nuestro punto de vista.
No fuimos capaces de ponernos en tu lugar, de entenderte, y supongo que mentiría si dijera que hoy algo de eso ha cambiado. Aceptamos que te has ido, y que probablemente eso fuera lo que quisiste desde un primer momento, pero no lo entendemos.
Ojalá pudiéramos.

Y no sabemos parar de buscarte.

La Bien Querida – Dinamita

Voy a salir a buscarte. Voy a salir a buscarte.

Half a man

Siento que se me ha escapado la profundidad, que yo era una piscina de las grandes, quizá no toda pero al menos el lado hondo, ese que da respeto o miedo o un poco de los dos, que te lo piensas dos veces antes de saltar.
Se podía nadar, ¿sabes? Qué nadar, ¡se podía bucear! Creo que no se le puede decir algo más bonito a una persona que que se puede bucear en ella.
Sé que es raro porque estoy hablando de mí, pero cuando uno habla de lo que ha perdido puede decirse cosas bonitas sin miedo a sonar engreído. En verdad deberíamos decirnos cosas bonitas siempre, en pasado y en presente, que si no nos queremos nosotros ¿quién? Pero eso para otro día.

Se podía bucear, bajar y seguir bajando, que quizá ni te lo acababas por mucho que fueras capaz de mantener la respiración. Tenía yo más capas que el armario de Superman, y estaban todas ahí, a la vista de quien quisiera verlas. Querer de verdad.

Ahora no sé, me siento un poco superficie, ¿sabes? No superficial, que aún puedo sumergirme en otros, pero ¿qué hay de mí? ¿Y si me he convertido en la piscina de los niños? ¿En una hinchable de oferta del Lidl?
Es como si debajo no hubiera nada, que no se puede bajar, que enseguida das con el fondo.
Y yo que antes pensaba que lo mismo ni tenía de eso…

Dean Lewis – Half a man

‘Cause I’m a sinking ship that’s burning.