Color pomelo

A veces el cielo está nublado, y a veces parece que no somos capaces de mirar hacia otro lado.
Un día gris, ¡qué triste!
Pero el cielo es solo eso, y vale que es grande, pero a poco que te descuides no lo ves
¡Será por cosas bonitas aquí abajo!

Es cuestión de perspectiva, y también de ganas, que uno pone la atención donde quiere.
Contemplar el gris del cielo es una opción, y a no ser que estés tumbado una que acabará dándote dolor de cuello.
Nadie quiere que le duela el cuello, y menos por haberse estado recreando en un cielo gris.

– No lo mires.
Pero es que está gris.
– Sí, pero ahora que ya lo sabes, ¿para qué seguir?

Si fuera una taza te diría que no dejes que un cielo gris te arruine el día, pero no lo soy.
Aunque en serio, ¿para qué seguir?

Cheti – Color pomelo

Porque me da miedo quedarme sin aliento.

Labyrinth

Corrían aún nuestros años de universidad aquella tarde.
Estábamos solos, tú y yo, en mi habitación. Los dos teníamos ganas, muchas, y lo hicimos. Nos dejamos llevar por la emoción del momento, que era mucha. Fue tal la energía que algo nos obligó a parar antes de lo que nos habría gustado, luchando por coger aire y sin poder parar de reír. Estábamos bien, mucho, nosotros si. Una de las tablas del somier, partida en dos, no podía decir lo mismo.

Nunca me lo he vuelto a pasar tan bien saltando en una cama con alguien, pero claro: nunca he vuelto a saltar en una cama con nadie.

Justo hoy me he acordado de esa cama, de todo esto, de ti. Lo he contado, y me han dicho que saltar en una cama no es algo que puedas hacer si no eres un niño, pero que nos quiten la cuarentena, nos den una cama y un altavoz y les enseñamos lo equivocados que están.

Elisa – Labyrinth

And my sense of direction is lost like the sound of my steps

Madness

No cuento los días porque me parece que eso es torturarse a uno mismo y qué sentido tiene, pero lo mismo son demasiados ya, que yo pensaba que estaba bien, pienso que estoy bien, pero tengo menos ánimo, menos ganas. Y lloro más.
Llorar es bueno, está bien, pero lo mismo no hace falta llorar porque se le ha acabado la tinta al boli.
Hay límites.

Otra cosa que no hago es hablar con las plantas. ¿Para qué? No te escuchan, no te contestan, y lo último que quieres demostrarle al mundo es que te estás volviendo efecticamente loco.
Uno pierde la cabeza por dentro, poco a poco, y no lo dice.
Me paso mucho tiempo mirando las plantas, eso sí, fijamente. Últimamente mientras lo hago veo con el rabillo del ojo muchas cosas moverse a mi alrededor, como si hubiera alguien ahí, o algo. O muchos algos. Cuando centro la mirada todo está bien, pero yo sé que no es verdad, y ellos también.
Eso es volverse loco, pero por dentro, sin que se note.
Lo último que se me ocurriría sería escribir sobre ello.

Dice el helecho que llevamos cuarenta y siete días.

Muse – Madness

And some kind of madness has started to evolve