Can’t smile without you

No sonrío en las fotos porque hoy en día las fotos las puede ver cualquiera y una sonrisa no debería ser para cualquiera; no una mía al menos.
Una sonrisa es algo personal, poderoso, íntimo. ¡Una sonrisa es magia, joder! Y la magia se acaba: lo dice todo el mundo.
Está también el tema de la oferta y la demanda, que me acuerdo yo de cuando estudié eso. Podría estar sonriendo todo el día, pero si lleno todo esto de sonrisas pasan a no valer nada. ¿Quién quiere algo que no vale nada?

Parece ahora que no sonrío en las fotos por economía o por egoísmo, y no sé cuál de las dos es peor, pero ninguna es cierta. No es oro todo lo que reluce: solo lo parece, y aun así es plátano.

No sonrío en las fotos por ti. Ya está. Ya lo he dicho.
Me da igual la demanda: soy yo quien controla la oferta y no pienso emitir más moneda.
No tengo ni idea de economía, pero si de mí depende que se vuelva el mundo pobre.
Menos tú.

 

The Carpenters – Can’t smile without you

I just can’t smile without you.

Feliz Navidad

Lo único que se podía ver en medio de aquella oscuridad era un árbol, o ni siquiera eso: medio árbol y la silueta del otro medio. Era un árbol de Navidad, pero solo estaba decorado por un lado. Había luces, muchas, pero también nada. Era un árbol con dos caras.

Quizá la historia te suene de algo si estabas por aquí en 2015. «Hace solo dos años», o «ya hace dos años», tú decides. La postal de entonces hablaba de las dos caras de la Navidad, porque sin dudas las tiene. Igual que los árboles. Y la verdad. Y aquel malo de Batman. Y las personas.

Todos tenemos dos caras, dicen, pero yo me puse a pensar en eso el otro día y no lo veía claro. Cómo lo vas a ver, me dije, si no te miras. Reflexionar va muy bien para verse uno por dentro, pero estábamos hablando de caras y las caras están por fuera de toda la vida, así que cogí mi cámara de fotos, la planté frente a un espejo y empecé a disparar.

Bang, bang, bang, bang, bang.

No murió nadie, que con mi puntería en una película de acción solo me dejarían ser de los malos. Saqué el carrete, lo llevé a revelar, esperé.

A los dos días me acordé de que aún no había hecho la postal de este año, y no solo eso, sino que ni siquiera tenía una idea. Suelo tener ideas, muchas, pero nada. ¿Y si había acabado todo? ¿Y si este año no había postal? Podría pasar, supuse.
Lo puse en Facebook. Hubo un poquito de drama. Definitivamente soy de los malos.

Un par de días más tarde recogí las fotos, abrí el sobre ese naranja y confirmé lo que llevaba una semana temiendo: ¡solo tenía una cara! De verdad, yo sabía que eran fotos diferentes porque recordaba el olor a pólvora tras cada estallido, pero iba pasándolas y no había manera de distinguir una del resto, lo cual me dio una idea.

Me había puesto triste al principio, llegando incluso a sentirme incompleto, menos que los demás. ¿Por qué esa otra gente tenía dos caras y yo no? Luego me había dado cuenta de que no era cierto, de que quizá tener dos caras no era lo más óptimo. A fin de cuentas nadie quiere ser un malo de Batman (ni un árbol).

Desnudé la mitad de un árbol que no quería ser, vestí mi (única) cara con su ropa y volví a hacerme fotos. Muchas. Usé el móvil esta vez.
La cara seguía siendo la misma, pero gracias a las luces cada foto era diferente.
¡Podía demostrarle oficialmente al mundo que solo tenía una cara!
Me pareció buena idea hacer eso en Navidad.


Ha sido un año raro, supongo, pero raro bien. Me he ido, un poco más de lo que ya me había ido antes, pero irse también es llegar, y estoy muy bien donde he llegado. Casa es donde uno está rodeado de gente que solo tiene una cara, y yo tengo la suerte de poder llamar casa a muchos sitios. Si eso no es Navidad yo no sé qué lo es.
Siempre veo vuestra cara, porque entre selfi y selfi miro hacia dentro y ahí estáis.
Y a veces me río y me sale vuestra risa.
Y a veces hablo y soy vosotros.
Feliz Navidad.
Postal_2017

Feliz Navidad

A veces empiezas a ver el capítulo de esa serie que sigues y nada encaja, y es todo muy confuso y no entiendes qué hace David Hasselhoff con la camiseta puesta hasta que te das cuenta de que te has saltado un episodio.

Acabo de terminar de escribirles la carta a los Reyes Magos, porque uno nunca es demasiado mayor para creer en la magia, pero les he pedido ropa. ¿Alguien puede explicarme dónde está el capítulo que me falta?

Supongo que ese es el tema de mi postal de este año: ese punto que separa el «todo va bien» del «¿en qué momento se ha ido todo al garete?». Y os voy a contar una historia.

María y José están embarazados, que es como se dice ahora. María es virgen. José no hace preguntas porque la quiere y no hay internet todavía. Piensa que quizá esas cosas pasan.
José le dice a María que tienen que ir a Belén a noséqué de unos papeles. María le dice que le queda poco ya para tener al niño, que si no puede hacerlo por internet. José le dice que no, que sigue sin haber internet.
Se van a Belén.

El viaje es complicado porque es en burro y en la radio solo ponen villancicos, lo cual no deja de ser muy meta. Cuando por fin llegan a Belén descubren que está hasta la bandera, pues se ve que ha ido todo el mundo a arreglar los papeles el 24 porque el 25 es Navidad y está cerrado. Por culpa de esto no les queda otra que dormir en un establo, y ya que están dan a luz.

Pese a ser eso cuatro palos y un montón de paja todo va bien, muy muy bien. El niño nace sin complicaciones y sale ya limpio, baja un ángel del cielo, pasa una estrella fugaz y todos posan para la foto, que iba a ser un selfi pero al final no porque el brazo de José no da.

Esa es la estampa que ha perdurado hasta nuestros días. Ese es el «todo va bien».

Si habéis visto ya la postal os habréis dado cuenta de que no es esa foto la que yo he elegido. Si no la habéis visto aún este podría ser un buen momento; así descansáis un poco y seguís leyendo en breve con más ganas.

¿En qué momento se ha ido todo al garete?

Antes las series se veían en la tele, y no había internet. Contar esto me hace sentir mayor de golpe. Antes si te perdías un capítulo te lo perdías, y quizá no volvías a tener ocasión de verlo a no ser que te hubieras acordado de programar el vídeo, si eras de esos pocos que sabían hacerlo. Vamos a jugar a que ahora es antes.

¿Qué hace el niño Jesús con un hombre lobo? ¿Por qué se intuye un dragón esperando ansioso en la parte trasera del camión de policía? ¿Qué hace María saltando por la ventanilla del asiento del copiloto? ¿Dónde está Melchor? ¿Es el furgón que vemos una especie de versión 2.0 del arca de Noé pero no nos damos cuenta porque solo nos han enseñado la escena desde un lado? ¿Están saliendo los animales de dos en dos (ua, ua) por la puerta trasera? ¿Se los va a comer el dragón? ¿Qué papel ha jugado Papá Noel en todo esto?

Nadie ha programado el vídeo.

Estoy bastante convencido de que alguien podría decir que mi postal de este año es una blasfemia, pero aquí tengo un conflicto interno: Jesús hizo todo aquello de los panes y los peces, y a mí desde pequeño me enseñaron que con la comida no se juega. No sé en vuestras casas, pero en la mía todo ese paripé no habría hecho gracia. Ni un poquito. ¿Quién es el que ofende ahora?

La verdad, ya poniéndome serio (dentro de mis conocidas limitaciones en la materia), es que tengo treinta y un años y sigo jugando con muñecos. ¿Dónde me sitúa eso? Le he pedido ropa a los Reyes, sí, que ya es un paso, pero por dentro sigo siendo un niño. La verdadera pregunta es: ¿quiero dejar de serlo? O mejor aún: ¿tiene sentido?
Voy por la calle y veo por ahí a muchos adultos de esos, y los veo grises, como apagados, mirando hacia abajo al móvil o si hay suerte al suelo, y yo creo que eso es porque ya no juegan, o juegan poco. Os voy a confesar algo: lo que más miedo me da es volverme gris.
No concibo una vida en la que se nos prohíba jugar, porque si no estamos aquí para pasárnoslo bien, ¿para qué estamos? Así que yo juego, de una manera o de otra.

Gracias por haberme ayudado a llegar hasta aquí sin volverme gris.

Feliz Navidad, feliz 2017 y, sobre todo, felices y largos días llenos de juegos.

Postal_2016_blog.jpg