Nunca tengo miedo de irme, pero cada vez que lo hago me aterra la idea de no poder volver. Aprendí a tirar migajas para marcar el camino, pero los niños gorditos las tiramos con una mano y las cogemos con la otra. Aprendí también que con la comida no se juega.
Si uno quiere volver tiene que irse, y ¿no nos vamos a veces solo por eso? Nos da igual adónde o cómo: nos vamos para volver, que una estancia permanente no tiene impacto y aquí todos somos muy de querer dejar huella.
Me fui o me he ido, no lo tengo claro, y ojalá, porque si supiera en qué tiempo escribirlo sabría dónde estoy. ¿Sigo por ahí? ¿He vuelto ya?
Estar, verbo que cuenta con con 28 acepciones en la RAE y aún no me queda claro. Quizá sea precisamente por eso: ¿no era lo bueno, si breve, más fácil de entender? Tampoco sé que es breve, pero estoy bastante seguro de que 28 no.
Estar, prácticamente un comodín, fácil de decir, difícil de hacer. Es muy complicado hacer algo que no entiendes, o a lo mejor es sencillo por eso, porque al no entenderlo uno no puede darle demasiadas vueltas y lo hace sin más: estar sale solo; y no sé qué es pero estoy contigo.
Siempre.