Toda una vida centrado en solucionar problemas, intentando arreglar aquello que no iba bien, lo que preocupaba, lo que quitaba el sueño. Toda una vida eliminando quebraderos de cabeza, miedos, dudas. Toda una vida, no solo para él: para todos. No parecía mala filosofía.
Cuando llegó al final se dio cuenta de que se había centrado tanto en buscar remedios que apenas había dedicado tiempo a aquello que no los necesitaba, que no se había regalado ni un momento para disfrutar de lo que iba bien, de lo fácil. Y ya era tarde.
Intenté retenerla, y ese fue el problema.
Es imposible retener a alguien, sobre todo a alguien como ella.
No sé cuánto tiempo estuvo a mi lado.
Supongo que cuando eres feliz el tiempo es lo de menos, y éramos felices… yo era feliz… ¿lo era ella? Con ser feliz pasa algo parecido, que uno lo es y se olvida del resto, no a malas, pero quizá cuando somos felices con alguien pensamos que ese alguien también lo es con nosotros, y nos da igual.
Ella no era feliz.
Si hubiera sido feliz jamás se habría ido, ¿no? Aunque tampoco es cierto. ¡Joder! ¡Menuda sarta de mentiras! A veces uno se va aunque sea feliz, o se va precisamente porque es feliz, como si no se lo mereciera, ¿sabes?, como si ser feliz fuera demasiado.
A veces ser feliz sobrecoge, y quién quiere vivir sobrecogido.
Yo no lo vi, pero ella se dio cuenta de que éramos incapaces de ser felices a la vez.
Por eso se fue.
Ella daba y yo cogía. Siempre. Todo el rato.
Fui un egoísta.
A veces uno se va para aprender, para que el otro aprenda, no a malas, pero las lecciones difíciles también tiene que enseñarlas alguien.
Lo bueno de todo esto es que he aprendido, que ahora sé ser feliz sin ella.
Supongo que eso quiere decir que estoy listo para que vuelva.