No digo que haya pasado ni que vaya a pasar,
pero podría.
Supongo que ya es un paso,
pequeño pero uno,
que aunque la vida no sea más que cosas que podrían pasar
también es cosas que no,
y esta podría;
y personas que no,
y tú podrías.
No digo que un paso sea un camino pero por algo se empieza,
que no hay caminos sin pasos;
que aunque pueda hacer esto solo
entre dos debe ser más rápido.
No digo que uno no baste, pero es la mitad de dos;
y hay personas que no,
pero tú podrías.
No me considero mala persona, pero a ver, buena buena tampoco.
Ochenta – veinte quizá.
Ochenta – veinte está bien. Muy bien.
Ochenta – veinte es ser bastante buena persona, casi todo el tiempo; algún desliz de vez en cuando.
A nadie le gusta un cien – cero. Es tan perfecto que da hasta rabia. Eso es un cien – cero.
No, gracias.
El problema quizá es que nunca hablo del ochenta.
No me gusta ponerme medallas, y no porque tenga un cuello muy sensible y me moleste el roce, aunque haga el cariño, que también, pero es que ¿no va eso en contra de todo esto? Eso es lo de las medallas. Esto es lo de ser buena persona.
No hay premio, no debería haber premio, nunca habrá premio.
Ser buena persona es el trabajo más desagradecido del mundo.
Lo siento.
El problema quizá es que sí hablo del veinte, ¡vaya que si hablo! Es lo único de lo que hablo, de hecho. Reconozco mis fallos, mis errores, todo eso que hago mal… y lo que no hago. Digo lo que pienso, siempre, aunque sea malo. Sobre todo lo malo.
Seguro que hay gente peor, pero se callan. Yo no sé.
Si es por creer creo que nos hicimos sedentarios por pereza, que nacimos para viajar pero nos dimos cuenta de que era más fácil quedarnos quietos, y lo es, pero a lo mejor por eso nos cuesta tanto sentirnos completos.
Si es por creer no creo que haya una persona para nosotros, que podamos ser felices toda la vida ni que sea malo reconocer que nos hemos cansado. No creo que sea malo querer buscar esos momentos felices junto a otros cuerpos; necesitar miradas nuevas, sonrisas nuevas, palabras nuevas.
Si es por creer no creo en el amor, no en el eterno, no en ese de las películas que acojona a las perdices. No creo en la estabilidad a largo plazo porque sigo sin tener ni idea de cómo se sienta una cabeza, y cómo voy a hacerlo si a veces ni siquiera sé sentarme yo.
Si es por creer no creo en nosotros, aunque anoche me mirabas y no había nada más, y sentí que me daba igual, que quizá podría no importarme volverme sedentario.