Disfruto de la partida mucho más cuando sé que ya la he perdido, porque qué más da, ¿verdad?
Esas tres palabras lo cambian todo.
QUÉ. MÁS. DA.
Dejo de preocuparme por la victoria, de intentar ganar. No se puede.
Podría simplemente levantarme e irme, pero ¿quién iba a querer estar con semejante egoísta? Yo desde luego que no, y como estoy obligado a estar conmigo una vez más no tengo opción. Me quedo sentado en la mesa, y ya que estoy ahí, ¿por qué no aprovechar?
Cuando no puedes ganar es cuando más aprendes, porque ese qué más da es dinamita para las zonas de confort. No probar cosas nuevas sería una locura.
A veces funcionan, muchas otras no, pero qué más da: aprendes.
Aprendes de cada una de esas veces, sean sí o no, de las locuras que solo alguien que no tiene nada que perder es capaz de hacer; y te das cuenta de que algunas locuras en verdad no son tan locas.
Saber no ganar es todo un arte que no cualquiera es capaz de dominar: es muy difícil saber no ganar bien.
Desde que empezó nuestra partida tú y yo no teníamos nada que hacer, pero aprendimos…
Jon Foreman – Learning how to die
I’m gonna miss you when you’re gone.