Hojas

Somos plantas, supongo, y se nos van cayendo hojas hasta que al final no nos queda nada: no somos más que un tallo, y al poco morimos. 
¿Os imagináis que hubiera decidido empezar así la postal de este año?
Menos mal que no.
Me han dicho alguna vez que esto no se entiende, que de qué va el mensaje. He estado leyendo los de otros años y no sé, yo tampoco los veo tan mal; aunque eso es solo mi opinión.
Me he propuesto por tanto hacer algo más sencillo este año, más para todos los públicos, sin referencias a David Hasselhoff ni a la fotografía analógica ni a ningún superhéroe. Nada divertido, vamos.
Me acuerdo del año de la postal del globo. Estaba bastante orgulloso de mi historia, para qué negarlo. Me había ido a dormir muy tarde pero había merecido la pena.
Estaba aquel año en casa, así que al despertarme al día siguiente lo primero que hice fue preguntarle a mi madre qué le había parecido.
– Muy bonita – me dijo.
– ¿En serio? – respondí emocionado. El reconocimiento de una madre siempre emociona.
– Sí – prosiguió -, me gustan mucho los tonos de azul.
Estaba hablando de la imagen. La foto nunca es lo importante, mamá.
– Sí, eso también, pero… ¿qué te ha parecido la historia?
– ¡Ah! No la he leído.
Sin más.
Creo que ahí perdí una hoja.
No he empezado esto con la frase con la que lo he empezado, pero en los días previos a este momento ha estado rondándome esa idea la cabeza: somos plantas. Nacemos con poco y nos vamos haciendo, con el poco que traemos de base y el mucho que cogemos de fuera. Fotosíntesis a saco. Nos salen hojas que van dando forma a lo que somos, y supongo que toda esta metáfora que no sé muy bien adónde me lleva es porque el otro día vi Pocahontas, donde no salen ni David Hasselhoff ni cámaras de fotos antiguas ni superhéroes, así que de momento estoy cumpliendo.
No sé si me seguís, pero vendría a ser una hoja cada relación con otra persona, cada una de nuestras aficiones… cada postal de Navidad que enviamos desde 2002.
Nos van saliendo hojas a lo largo de nuestra vida, muchas cuando somos pequeños, menos luego. Y algunas se caen.
Hay hojas que no está en nuestra mano mantener, pero hay otras que sí, y yo os quiero verdes.
Supongo que si tengo un deseo para este 2019, porque al final esto es una postal de Navidad y es lo que toca, es que nos demos cuenta de lo que nos hace únicos, que nos reguemos si eso tiene algún sentido, que luchemos por conservar las hojas que nos aportan, por hacerlas crecer un poco incluso, y por qué no, que hagamos que nos nazca alguna nueva. Siempre hay tiempo para nuevos brotes.
Tendría sentido ahora que la postal fuera una planta, o algo verde al menos, pero no: soy yo haciendo el tonto en el agua. Mucho azul. Resume no obstante cuatro de mis hojas favoritas:
– Hacer el tonto
– Estar en el agua
– Escribir esto cada año
– Poder compartirlo contigo
¡Felices fiestas y próspero Año Nuevo!
¡Un abrazo!
Christmas

Clone

Equivocarse es lo de menos: el arte está en hacer creer al resto que era ese error lo que buscabas y no otra cosa.

¿Recordáis la postal de Navidad de hace dos años? ¡Claro que no! Ni siquiera la recuerdo yo, pero todos nos emocionamos en su día y lo sabéis
(Aquí os dejo el enlace para que podáis refrescar la memoria)
Cuando estaba ideándola en ningún momento me pasó por la cabeza hacerme una foto con un globo feo. ¿Qué sentido podía tener algo así? Pero lo hice, sin querer, y lo vi tarde, cuando ya estaba desmontado el chiringuito y no había vuelta atrás.
Podría haber seguido adelante deseando que nadie se diera cuenta, sabiendo que todo el mundo se daría cuenta pero nadie diría nada (siendo Navidad quedaría feo); o podría haber hecho lo que hice: dirigir desde un principio ahí las miradas, convertir al error en protagonista absoluto como si hubiera sido ese el plan desde el primer momento.

Da igual meterse en un jardín mientras desde fuera piensen que estás buscando flores.

El clon está listo. No ha quedado perfecto, pero necesito escapar de todo esto, y sé exactamente cómo aprovechar cada uno de sus fallos.
Lo he engordado. Le he teñido el pelo. Le he quitado la barba.
¡Vaya cambio!, le dirá la gente. ¡Vaya cambio! es todo lo que la gente dice cuando te has echado a perder, porque lo contrario queda feo aun no siendo Navidad.
Se preguntarán por qué lo he hecho, por qué ese color, por qué no hay vello facial, por qué estoy gordo. No oiré ninguna de esas preguntas, pues ya no estaré aquí.
Yo no.

Le he enseñado a escribir en el blog.

 

Metric – Clone

Happened on the safe side.