Dusk and Summer

Nada que dure para siempre tiene sentido.
No hay belleza permanente. No hay cuentos sin fin.
Todo se está acabando por el simple hecho de haber empezado.
Joder.

Era el solsticio de verano, ya sabes, el día en el que el Sol noséqué y la Tierra otra cosa; el día más largo del año para los amigos. También empezaba el verano.
Te parabas a pensar y joder (¡joder!), que lo tenías todo, quizá no en tus manos pero sí a tu alcance, y eso bastaba. No hace falta tenerlo todo si sabes que está ahí. Es como ir al  baño, que aunque tengas ganas si tienes uno libre cerca siempre puedes aguantar un poco más.

La vida era un poco eso: te estabas meando pero podías aguantar un poco más porque había un baño ahí, y justo cuando rozabas el límite entró alguien corriendo y cerró la puerta.
Joder.

El verano empieza con el día más largo, en su punto más alto, y de ahí para abajo.
Y qué sentido tiene.

Lo hemos idealizado.
Nos han engañado todo este tiempo y lo que de verdad tenía sentido era la primavera.
Parece que El Corte Inglés siempre tuvo la razón.
Joder.

Toma, aquí está tu verano.
Ah, por cierto, se muere.
Disfrútalo.

 

Dashboard Confessional – Dusk and Summer

She said «nobody here can live forever».

You’re the reason I come home

Y si no tienes nada que hacer quizá podrías cogerme de la mano y dejar que te arrastrara a todo esto: a este montón de letras que es mi vida; a historias y cuentos y relatos que no hablan sino de ti. Si no tiene otros planes, vamos; que yo sé coger de la mano desde lejos, que te puedo agarrar tan fuerte que puedas sentir mis latidos en tus dedos sin frenarte, que yo sé abrazar corazones a kilómetros de distancia.
De mi mano serás libre, siempre, pero lo serás sabiendo que hay una razón para volver a casa cuando te apetezca volver.

Y si no tienes nada que hacer aquí está mi mano.

Si no tienes otros planes vamos.

 

Ron Pope – You’re the reason I come home

You’re the reason that when everything I know falls apart, you’re the reason I come home.

No surprises

Echo de menos mis días como juguete de Kinder Sorpresa, de los de antes, de los que íbamos por piezas; nada que ver con esas moderneces que hay ahora que ya vienen montadas.
Los echo de menos porque todo era más fácil, más cómodo, mucho más interesante.

Podía quitarme un brazo, dejarlo en la mesita y dormir de lado sin chafarlo, sin que se durmiera él también. Nunca está de más tener un brazo despierto y vigilante a tu vera mientras duermes, por si de noche te asaltan los demonios. O los mosquitos.

Ser un juguete estilo IKEA era muy útil también para viajar. ¡La de veces que me habré recogido y me habré guardado en el bolsillo de alguien para que me llevara a mi destino! Y sin necesidad de que mi transporte supiera que estaba actuando como tal.
Aunque sin duda, en este aspecto, lo que más echo de menos era cuando me metía en mi huevo de plástico amarillo, me lanzaba al retrete y esperaba a que alguien tirara de la cadena. ¡Ríete tú de la montaña rusa más empinada!

Sin embargo, por encima de todo, lo mejor de ser un juguete de Kinder Sorpresa de los de antes era la ilusión.
Antes de salir al exterior por primera vez notabas que te agitaban, veías cómo las paredes de tu huevo se aclaraban al bañarlas la luz cuando se rompía el huevo exterior de chocolate. Entonces te abrían, a veces con las manos, otras con los dientes (esas daban más miedo), y ahí estaban ellos, con sus caritas de sorpresa, de alegría, de emoción.
Te cogían y te montaban como si fueras el tesoro más valioso del mundo. Jugaban contigo durante días, semanas e incluso meses, hasta que te perdías, tú, por voluntad propia, para volver a encerrarte entre muros de chocolate y dejar que otros niños te disfrutaran. Hacías lo mismo una y otra vez, hasta que decidías no volver a enterrarte jamás en dulce, porque era ya el momento de empezar tu vida en solitario. Nadie volvería a encontrarte jamás dentro de un huevo, porque sin necesidad de que te visitara el Hada Azul te habías convertido en un niño de verdad, de una sola pieza.

Me fui porque quise, crecí porque deseé hacerlo y soy feliz; pero echo de menos mis días como juguete de Kinder Sorpresa, de los de antes, de los que íbamos por piezas.

Radiohead – No surprises

I’ll take a quiet life.