Fresh air

Escaparates, ¿verdad?

Ahí estaban, todas, colocadas y ordenadas como esperándome, en fila pero de lado, todas dándome la cara,
su mejor cara,
su única cara.
Por detrás estaba su cruz, los aditivos, los colorantes, los E noséqués.
Las caras brillaban tanto que qué más daba.

Aire fresco, ponía en una, con grandes letras de colores simulando el aire.
Al parecer el aire es eso. Grande. De colores.

Fresh air, decía otra, en inglés.
Guau.
Wow.

Había decenas, ¡cientos!, que en el espacio finito de aquel escaparate el desfile no tenía fin. Infinitos idiomas, letras, diseños, colores… y yo mirándolas desde el otro lado del cristal, viendo cómo me miraban.
Ellas y yo, ahí, mirándonos las caras.

Cómo elegir, ¿verdad? Escaparates. Pero entré decidido.
¡Esa!, exclamé, seguro, directo, excitado joder; sin rastro alguno de educación o señas de no haber sido criado por una manada de lobos.
Fingieron que aquello estaba bien, que el cliente siempre tiene la razón y quizá por eso va así el mundo, y me la dieron, y pagué; no sé cuánto, la verdad, pero guau, ¡guau!, ¡wow! ¡FRESH AIR! Embotellado y con muchos colorines. No me hagáis demasiado caso, pero creo que hasta tenía algo de purpurina.
¡WOW!

No podía esperar. Cómo, ¿verdad?
La abrí emocionado.
¡Wow!
Di el primer sorbo.
¡WOW!
No podía parar.
Glup glup glup (o como sea que uno bebe en inglés).

Se acabó.

¿Wow…?

Creo que nunca me he sentido tan vacío.

 

Iseo & Dodosound – Fresh air

The less you think, the more you feel.

Feliz Navidad

Lo único que se podía ver en medio de aquella oscuridad era un árbol, o ni siquiera eso: medio árbol y la silueta del otro medio. Era un árbol de Navidad, pero solo estaba decorado por un lado. Había luces, muchas, pero también nada. Era un árbol con dos caras.

Quizá la historia te suene de algo si estabas por aquí en 2015. «Hace solo dos años», o «ya hace dos años», tú decides. La postal de entonces hablaba de las dos caras de la Navidad, porque sin dudas las tiene. Igual que los árboles. Y la verdad. Y aquel malo de Batman. Y las personas.

Todos tenemos dos caras, dicen, pero yo me puse a pensar en eso el otro día y no lo veía claro. Cómo lo vas a ver, me dije, si no te miras. Reflexionar va muy bien para verse uno por dentro, pero estábamos hablando de caras y las caras están por fuera de toda la vida, así que cogí mi cámara de fotos, la planté frente a un espejo y empecé a disparar.

Bang, bang, bang, bang, bang.

No murió nadie, que con mi puntería en una película de acción solo me dejarían ser de los malos. Saqué el carrete, lo llevé a revelar, esperé.

A los dos días me acordé de que aún no había hecho la postal de este año, y no solo eso, sino que ni siquiera tenía una idea. Suelo tener ideas, muchas, pero nada. ¿Y si había acabado todo? ¿Y si este año no había postal? Podría pasar, supuse.
Lo puse en Facebook. Hubo un poquito de drama. Definitivamente soy de los malos.

Un par de días más tarde recogí las fotos, abrí el sobre ese naranja y confirmé lo que llevaba una semana temiendo: ¡solo tenía una cara! De verdad, yo sabía que eran fotos diferentes porque recordaba el olor a pólvora tras cada estallido, pero iba pasándolas y no había manera de distinguir una del resto, lo cual me dio una idea.

Me había puesto triste al principio, llegando incluso a sentirme incompleto, menos que los demás. ¿Por qué esa otra gente tenía dos caras y yo no? Luego me había dado cuenta de que no era cierto, de que quizá tener dos caras no era lo más óptimo. A fin de cuentas nadie quiere ser un malo de Batman (ni un árbol).

Desnudé la mitad de un árbol que no quería ser, vestí mi (única) cara con su ropa y volví a hacerme fotos. Muchas. Usé el móvil esta vez.
La cara seguía siendo la misma, pero gracias a las luces cada foto era diferente.
¡Podía demostrarle oficialmente al mundo que solo tenía una cara!
Me pareció buena idea hacer eso en Navidad.


Ha sido un año raro, supongo, pero raro bien. Me he ido, un poco más de lo que ya me había ido antes, pero irse también es llegar, y estoy muy bien donde he llegado. Casa es donde uno está rodeado de gente que solo tiene una cara, y yo tengo la suerte de poder llamar casa a muchos sitios. Si eso no es Navidad yo no sé qué lo es.
Siempre veo vuestra cara, porque entre selfi y selfi miro hacia dentro y ahí estáis.
Y a veces me río y me sale vuestra risa.
Y a veces hablo y soy vosotros.
Feliz Navidad.
Postal_2017

Correcto

Definitivamente estoy al revés: tengo frío cuando la gente empieza a ponerse manga corta, me gana la nostalgia cada noche la batalla por el teclado como si fuera noviembre y mi cara está cada vez más roja. No me pongo rojo por vergüenza, que va a ser verdad que se pierde con los años, sino por lo de estar al revés: boca abajo la sangre se va acumulando, y aunque entiendo que debe haber un límite espero poder dar la vuelta antes de confirmarlo.

En general estoy bien, es primavera y es todo jijí, jajá y flores, pero por las noches me viene esto; el pasado, los fantasmas… como si mi vida me pasara por delante pero pasando por alrededor, y solo fragmentos concretos: cosas que no hice, cosas que hice mal.
Cada noche acabo preguntándome lo mismo: qué es mal, qué es bien… qué habría sido lo correcto.

Supongo que esa es la clave: lo correcto. Y no hay respuesta.

No me preocupan las dudas; ni siquiera la nostalgia o las noches en vela.
Me preocupa que no sea noviembre.

 

Jero Romero – Correcto

A veces tiene miedo a descubrir que sí, que a veces es correcto lo que opina sobre mí.