Dormía contigo y, mientras lo hacía, soñaba, también contigo. Estabas ahí cuando tenía los ojos cerrados, y eras increíble y yo era feliz. Lo curioso, aquello que hacía diferente a esa vez de todas las anteriores, es que seguías ahí cuando abría los ojos, aún increíble… aún yo feliz.
Hubo tantas transiciones, tantos cambios de plano y de mundo que perdí la orientación, no en sentido metafórico, sino en el más físico posible: tras incontables pliegues no era capaz de discernir si me encontraba boca arriba o boca abajo, si tenía la cabeza donde deberían estar los pies o incluso si aquellos pies eran los míos o los tuyos, porque todo se había mezclado y ya no había un tú ni un yo, aunque ahí estábamos los dos, del mismo modo que ya no había realidad y todo estaba pasando.
Se habían desplomado las barreras, los límites entre lo onírico y todo lo demás.
La idea de que los sueños se tienen de noche cuando uno cierra los ojos perdió toda su validez el día en el que los infinitos universos colisionaron debajo de mis sábanas.
Newton Faulkner – Dream catch me
But it is us I see And I cannot believe I’m fallin’.