Morning comes

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Llegó de nuevo junto al sofá, la mesita y el charco blanco donde retozaban cientos de cristales rotos. Sintió el deber de fregar aquel desastre, pero no las ganas. Tú no vas a ir a ninguna parte, dijo hacia la mancha del suelo, así que yo me voy a dar una vuelta. Esbozando una sonrisa reparó en sus palabras, dándose cuenta de que había recuperado eso, las ganas, no de fregar sino de salir, de ver qué había fuera de aquellas paredes de las que él mismo había decidido ser preso. No recordaba la última vez que había salido de aquella casa sin ser estrictamente necesario, pero había vuelto a pasar al fin, y realmente deseaba hacerlo. Las ganas estaban ahí, muchas y muy grandes.
Quién sabe si habrán vuelto también las de vivir.
Tampoco había por qué precipitarse.

Vivía en una de tantas calles que se encharcan en cuanto caen cuatro gotas, así que puso los pies en la acera con cuidado, tratando de no salpicar demasiado. Ignoraba que llevaba meses sin llover, al menos fuera de casa. No es de extrañar que el sonido de sus suelas contra la losa seca lo cogiera por sorpresa.
Miró hacia arriba, y habría visto lo radiante de aquel cielo azul de no ser porque su mirada fue a parar directa al sol, que le obligó a apartarla de inmediato. Parpadeó con fuerza intentando sacudirse aquella silueta negra, y una vez desvanecida vio que tampoco estaba allí el manto gris que tan bien conocía. Todo era nuevo para él, todo estaba lleno de color.

Me llama la atención que el tiempo transcurra siempre a la misma velocidad y que no lo haga la vida.
Lo había perdido todo de golpe, había sufrido una eternidad fotograma a fotograma y fue convencerse de que podía volver a ser feliz y acelerarse el ritmo de nuevo.
Los días transcurrían como minutos, disfrutaba cada instante y no había noche que no se fuera a la cama con algo nuevo por lo que dar gracias, a nadie en concreto, quizá a la vida o al mundo.
Ganó cuanto había perdido: encontró un nuevo trabajo, descubrió aficiones con las que nunca había soñado, retomó el contacto con sus familiares y amigos, rió mucho e incluso se enamoró. Sí, se enamoró, sin por ello olvidarla o dejar de quererla, porque su madera era muy grande y no compartía que un clavo debiera sacar siempre a otro.
Ese fragmento de vida ocurrió también de golpe.


Final


Delta Rae – Morning comes

After the night the morning comes.

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