La historia del hombre mudo

De pequeño hacía teatro. No era nada profesional, sino una de esas actividades extraescolares; y no es que se me diera mal: sencillamente era una de esas cosas que uno tiene claro que no están hechas para él. Aun así lo intenté durante años. Que no se diga.
Me encantaba estar entre bambalinas, los nervios, la expectación de imaginar qué caras habría al otro lado cuando se apartara el telón. Era pésimo, pero ¿qué más daba? Era un niño, y un niño tendría que poder hacer siempre lo que le dicte su corazón.
Mi diminuto corazón por aquel entonces dictaba una única palabra: espectáculo.

En un día cualquiera, también de aquella época, la profesora de inglés se enfadó conmigo en clase. No recuerdo por qué, la verdad: pasaba con tanta frecuencia que si recordara todos los motivos tendría mi propia página en el libro Guinness.
Os preguntaría si os acordáis de la profesora de inglés, pero la mayoría diréis que no. Era una gran mujer, irónicamente en todos los sentidos. Era de esas personas que termina todas las conversaciones con una frase que busca ser demoledora. Muy fácil tratando con niños, ¿eh? Valiente tú.
Aquel día, eso sí lo recuerdo a la perfección, concluyó su reprimenda diciéndome que mi cara era completamente inexpresiva. Supongo que es de esas tonterías que te marcan; si no no entiendo qué hago escribiendo sobre aquello ahora.

Como ya he dicho, lo del teatro fueron años: años de papeles intrascendentes y vacíos, de personajes que a lo sumo decían una línea que el público había olvidado casi antes de terminar. Yo, sin embargo, sabía que con esfuerzo y dedicación llegaría el momento: mi momento.
Aquel curso, al fin, llegó.

La obra era Blancanieves. Mi oportunidad. Mi despegue.
Por razones obvias, mi papel no era el del príncipe, pero era mucho más importante: toda la trama se sostenía gracias a mi personaje, que era único, y vale, quizá no hablaba, pero la voz nunca ha sido tan importante. Mudito tenía cualidades de las que los demás carecían: carisma, personalidad, una campana. Reconozco que fue la mención de la campana la responsable de que se me empezara a pasar un poco el disgusto.
El hecho de no hablar hacía que el papel fuera mucho más difícil de interpretar, el típico reto al que desea hacer frente todo actor parar encarar su carrera hacia la estatuilla dorada.

No hablarán tus palabras – me dijeron – sino tus movimientos, tus gestos, la expresividad de tu rostro.


La historia concluye aquí.


Rojas – La historia del hombre mudo

Medio desnudo de tanto librar batallas sin tu escudo.

9 comentarios sobre “La historia del hombre mudo

  1. Uhmmmm noooooo una entrada en dos partessss.. 🙉🙉🙉
    Quiero que siga, espero sentada en la tercera fila.. Y ya es porque no me muerdo las uñas que de ser así ya las tendría entre los dientes..
    😊😉

    Le gusta a 1 persona

  2. Pingback: Stole | Z

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