El plan está claro: levantarse a las ocho, salir de casa a las ocho y media, llegar allí antes de las diez. Cuando te entrega dos rebanadas de pan negras te das cuenta de que la tostadora no estaba escuchando cuando lo explicaste.
Preparar otras dos tostadas no lleva demasiado tiempo, pero ya no sales a y media. No pasa nada, hay margen… hasta que el calentador se apaga y decide que no se quiere volver a encender. Otro al que no le importa el plan.
Sales casi a las nueve, nervioso. Corro un poco más y listo. Te dispones a fijar la dirección de destino en el GPS del… ¿dónde está el móvil? Ah sí, en el sofá.
Vuelves a casa, que hoy en día dónde vas sin móvil, y ya no son nervios sino estrés.
Es un día para pasarlo bien, cierto, pero es que nada está saliendo según lo previsto y vas tarde.
Así no se puede.
A escasos kilómetros de la meta ves en el arcén un coche de policía, otro unos metros después, un tercero algo más allá. Lo siguiente son coches parados, muchos; cuatro filas, para ser exactos, cuyos finales no alcanzas a ver. Lo que faltaba.
Veinte minutos después llegas a la altura de los manifestantes que cortan la carretera. Gracias, amigos.
Definitivamente no es tu día.
Lo que tenían que ser las diez son las once y pico.
Quieres disfrutar, de verdad, pero te cuesta mucho: no soportas que se tuerzan los planes.
En esas oyes tu nombre, a medio camino entre la llamada y la pregunta, con una mezcla de sorpresa e ilusión. ¿Zeta? Y alegría.
Giras la cabeza y la ves, a ella cuya mirada no encuentras desde hace al menos cinco años, con la sonrisa de siempre: su sonrisa. Se trata de una de esas personas que uno siempre quiere tener cerca, de esas que le buscan constantemente el más a la vida, que iluminan los lugares que pisan con la curvatura de sus labios.
No tenía que estar ahí, no era el plan. Sin embargo tampoco era el tuyo.
No sabes si llamarlo destino, coincidencia o no llamarlo, pero no puedes evitar sentirte estúpido al recordar cómo has reaccionado ante cada giro del plan. Tanta obsesión con el plan…
No creo que nuestro camino esté trazado, pero si hay algo que tengo claro es que las tostadas no siempre se queman porque sí.
Will Poston – Burnt toast
Looking just the same.
Y al final el día salió perfecto, lleno de risas y gritos en las caídas, agua y fotos super divertidas y un final de día sin estar previsto, que por cierto también fue muy divertido. Gracias por ese día de tostadas quemadas.
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Las cosas no previstas son las mejores 🙂
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¿En serio no crees que nuestro camino este trazado?
Pienso que puedo hace lo que quiera para conseguir lo que el destino me quiera dar. Yo decido sus propuestas. Me reencanta Zeta. Feliz verano de serendipias.
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Pienso que el destino nos guía, pero no que ya esté escrito todo lo que tenemos que vivir. A fin de cuentas, yo podría haber decidido no hacerme otras tostadas, o ducharme con agua fría, o incluso cancelar el plan. De haber hecho alguna de esas cosas habría llegado a otra parte, a otro destino quizá. A lo mejor tenemos muchos destinos escritos y según cómo nos comportemos vamos desechando unos y eligiendo otros.
¡Feliz verano a ti también! 😉
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Jajajaja que divertido, me encanta!!!!! suele pasar que lo que en un principio nos parece lo peor, luego nos da motivos para alegrarnos!!!
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Le damos demasiada importancia a cosas que en realidad son insignificantes, y sí, a veces hasta tenemos que darles las gracias luego. ¡Viva las tostadas quemadas!
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Siiiiiiiii
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