Ya es primavera, pero sigue haciendo frío. La cama sigue siendo igual de grande, estando igual de vacía. Me acurruco bajo el edredón hasta que cojo algo de temperatura, momento en el que empiezo a desplegarme cual cochinilla. A veces me sorprende lo generoso que soy conmigo mismo escogiendo símiles.

Yazco boca arriba. Estiro las piernas. Estiro los brazos.
Un brazo queda suspendido en el aire, porque duermo solo pero a un lado de la cama. Lo recojo. Dejo extendido el otro. Lo miro y pienso en ti, que ahí cabrías; me chafarías el brazo pero cabrías. Aguantaría todo el tiempo que pudiera sin quejarme. Cerraría un poco el brazo para acercarte a mí, sintiéndolo cada vez un poco menos pero feliz. Tenemos dos brazos por algo, y si pierdo uno lo pierdo, pero si es por haberte tenido encima bien perdido está.

Me canso de tenerlo estirado. Me canso de mirar hacia arriba. Me giro hacia el espacio vacío de la cama.
La cama es grande, y ahí cabrías sin chafarme el brazo. Te podría ver dormir. Podrías verme dormir. Si los dos quisiéramos no podríamos vernos dormir, pero nos veríamos vernos.
En la cama no controlo mucho lo que pienso, y a veces es raro.
Es tan grande la cama…

Miro la almohada que hay encima del hueco. Dirijo fugazmente la mirada hacia atrás para asegurarme de que no me ve nadie. Pienso que por qué no. La cojo rápido. La arrastro bajo el edredón. La abrazo.
La abrazo cerrando los ojos. La aprieto fuerte contra el pecho, como Laura Pausini de adolescente. Respiro hondo. Te huelo.
Es algo mental, porque nunca has dormido en mi cama, pero si soy capaz de imaginarme como una cochinilla puedo inventarme tu aroma. Y me gusta. Y es como una droga. Y sí, estoy abrazado a una almohada, qué pasa.

Pero esta almohada podrías ser tú.
Y ojalá fueras tú.

Stacie Orrico – Dream you

I woke up holding my pillow.