Vivimos deprisa, corremos de un lado a otro, comemos cualquier cosa en cuestión de minutos y seguimos con nuestra rutina acelerada. Lo hacemos porque es lo que hacen todos, porque la sociedad nos obliga, porque en un mundo que gira con prisa quien frena se queda atrás. Hay que vivir el momento, aprovechar al máximo, exprimir el día.
La clave debe ser esa: exprimir. Exprimirlo todo: el tiempo, los saludos, las conversaciones, las sonrisas, las miradas… los sueños. Y yo, que sé exprimir un limón pero no sabría cómo hacer lo mismo con un sueño, pienso que quizá no esté hecho para esta vida. Siento que a lo mejor me estoy quedando atrás, que me paré un día a mirar al cielo porque me pareció hermoso y el mundo siguió dando vueltas ajeno a mí. Siento que me quedé ahí, en un punto en el que ya no me interesaba correr, sino contemplar las nubes, seguir el vuelo de los pájaros, quizá incluso oler las flores.
No me sigáis si perdéis el rumbo, que no voy a la velocidad que toca.
Ya no tengo prisa. Ya no exprimo nada.
Ya sueño despacio.
AFI – A deep slow panic
Teach me, teach me not to dream.
Que afortunado, has sabido parar a tiempo!! Hoy lo comentaba con una amiga, hemos llegado a un punto que cuesta menos dejarnos llevar por la inercia que parar.
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¡Cuánta razón! Hay que luchar por lo que verdaderamente merece la pena, que es echar el freno de vez en cuando 😉
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