Nacer es subirse a una vagoneta que se desplaza a una velocidad constante, aunque rara vez ésta nos parezca la adecuada, y empezar un viaje.
Cuando somos pequeños odiamos lo despacio que nos movemos. Estamos convencidos de que más adelante los cielos son más azules, las nubes más acolchadas, la hierba más fresca y además se puede beber, fumar, ver cosas de mayores y decir palabrotas… y claro, a quién no le gusta eso.
No disfrutamos del paisaje. No reparamos en las flores que dejamos atrás, porque las que vendrán serán más brillantes y olerán mejor y las de ahora importan poco; y nos falta tiempo y esto va muy lento y ¡por dios, acelera, que ser pequeño es un asco!
No sabemos que esas flores no vuelven; que la flora, igual que ocurre con la fauna, es distinta en cada una de las etapas del viaje. Y así ya hemos malgastado nosécuántas primaveras, esperando, queriendo estar en otro cuando sin hacerle caso a este.
No pasa nada, la vida es larga: al vagón le queda mucho recorrido.
Más tarde, por un instante, parece que vamos a la velocidad justa.
¿Hay flores? Sí. ¿Son bonitas? Sí. ¿Más que antes? Sí. ¿Menos que después? Eso, que hasta el momento era obvio, ya no está tan claro. Mejor sacamos el brazo y recogemos unas cuantas. Quizá hasta hacemos un ramo para que adorne nuestra vagoneta, que le dé algo de vida, que sí, el cielo es más fresco y la hierba más acolchada y las nubes más azules, pero puede que un poco menos de lo que imaginábamos. Y beber y fumar y decir tacos tampoco es para tanto. Lo mismo deberíamos haber jugado más cuando lo único que hacíamos era desear que llegara esto, que ahora dicen que ya no tenemos edad para esas cosas y las echamos de menos.
Sentimos algo de vértigo porque mientras hacíamos el ramo hemos pegado un acelerón, que no es real, pues ya hemos dicho que nuestra velocidad es constante a lo largo del camino, de principio a fin, pero a lo mejor el ritmo del viaje no depende sólo de eso.
Hay cientos de flores, puede que incluso miles. Algunas son realmente hermosas, las más bellas que hayamos visto jamás. Se entremezclan con otras que no lo son tanto. No resultan tan fáciles de atrapar como antes: pasan cada vez más rápido, se escurren, es difícil decantarse por una y es imposible llegar a todas, y vamos más y más rápido…
Nos damos cuenta de que querer correr ha sido la estupidez más grande que podíamos haber cometido porque, ahora que lo hemos logrado, queremos justo lo contrario. Queremos que frene hasta detenerse, que pare y nos deje bajar a dar una vuelta. Nos da igual ya si las nubes son más frescas, el cielo más acolchado o la hierba más azul. Nos gusta aquí. Nos gusta ahora, este campo. Por favor, vagoneta, aquí ya me va bien. Pero ella sigue, veloz como el rayo.
El viento es tan fuerte que nos obliga a cerrar los ojos. La sensación de vacío es insoportable… y la incertidumbre: no saber cuándo acabará la vía, cuando terminará el viaje, nos va matando poco a poco. Quizá muramos antes de llegar al final, aunque no sea posible al ser ambas cosas la misma. Y creemos ver donde se cortan los raíles, a pesar de estar apretando los párpados con todas nuestras fuerzas, y lo último que pensamos es que ojalá no hubiéramos querido darnos tanta prisa, que ojalá hubiéramos sabido vivir despacio, que ojalá…
Calle 13 – Respira el momento
Nadie se puede acobardar, nacimos siendo valientes, porque respirar es arriesgar.
Que ojala el tiempo se detuviera un momento, pero el tiempo pasa sin detenerse y no espera por nada ni por nadie.
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otra vez me dejas sin palabras,pero es tan de verdad lo que has escrito y tan bonito!!!! El tiempo no espera por nada ni por nadie y hay que disfrutar del viaje, solo depende de nosotros el hacerlo. Disfruta del tuyo, todavía está empezando. El mio ya ha pasado mas de la mitad de las estaciones, pero sabes que ? vale la pena y sobre todo por los que habéis ido subiendo a mi vagón a lo largo del camino. TQM
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Y ahí en el vagón que vamos a seguir dando guerra muuuuuuucho tiempo. 😉
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He leído tu entrada y luego al volver a ver el «título» me ha venido a la mente la cima de una montaña muy muy muy alta con unas vistas espectaculares con muchos tonos de verde, con un cielo azul clarito salpicadito con nubes blancas de algodón que dejan una brisa fresca en la cara y un aire limpio de esos que cuando lo respiras se te limpian los pulmones. Me es tan fácil visualizarme descalza, con los brazos abiertos taaan estirados que casi le puedo hacer cosquillas a las nubes, inspirando ese aire limpio, casi siento el fresquito en la cara… «esa es una de las cosas buenas de tener una cabecita como la mia» 😁
Pues para mi eso debería ser la vida, nunca me a modo de final de vida «nunca me a gustado la metáfora de que la vida es una montaña en plan sufro-subo-tropiezo-sigo-lo logro-estoy en la cima-se termina, uhmmm me parece más triste que alegre, yo lo vería más como muchas montañas, que uno no puede mantenerse siempre en la cima y así hay ma oportunidades de disfrutar de esas sensaciones».
¿Te acuerdas de la cajita de mis abrazos» pues lo veo más así, «una que lo metería todo en cajitas de lo que me gustan jajajaja» Pues yo metería todo lo que te dije al principio y recurriría a ella para disfrutar de esas sensaciones tras un mal momento, un día chungo o cuando estemos subiendo la montaña y creamos que no podemos llegar, solo con cogerla seguro que sale una sonrisa de saber lo que hay dentro.
Y puestos a visualizar, si te acercas un poco más te doy un abrazo asiiiiiiiiiiiiiiiiiii de grande. 😊😘
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El problema que le veo es que a veces tendemos a visualizarlo todo como montañas, y a lo mejor el terreno es llano pero nos empeñamos en elevarlo porque todo tiene que ser una lucha o una escalada. A lo mejor basta con dejarse llevar sin más.
Lo de las cajitas a priori suena bien, pero luego lo pienso y me agobia un poco, claustrofóbico que es uno. Lo veo un poco en la línea de la entrada del otro día, ese afán de poseer. ¿Por qué lo que me gusta lo meto en una caja? Así nadie más podrá disfrutarlo. Además, ¿qué pasa si no puede respirar y se ahoga? ¡Abajo las cajas!
Todo son maneras de verlo. La vida es una tómbola 😛
¡Un abrazo!
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Sobre las montañas tienes toda la razón del mundo, a fluir y a dejar de complicar las cosas. 😉
Y lo de las cajas a mi me parecen cuquis, y lo de que nadie más pueda disfrutarlo uhmmm para nada más bien todo lo contrario lo bonito para mi es tener las cajas, repartirlas con quien uno quiera que de eso se trata de compartir.
Arriba las cajas que llevan cosas bonitas uno llevan cierre, empujoncito y listo «especiales para personas claustrofóbicas.» 😛
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Nahhh cortito cortito el comentario… 😛
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Casi nada 😛
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