Hay trabajos complicados, trabajos muy duros y luego ya viene el de las luciérnagas, encerradas desde pequeñitas en jaulas de cristal, forzadas a encenderse y apagarse cada vez que alguien decide darle a un botón. Toda una vida ahí, sin tiempo libre, sin hora del bocata, sin vacaciones. Tarde o temprano se dan cuenta de que la suya no es vida y toman la única salida posible: el suicidio.
Cada vez que explota una bombilla es una luciérnaga que no ha podido más y se ha volado los sesos.
A ver quién tiene huevos ahora de ponerse a jugar con la pobre luciérnaga el interruptor.
Sophie Solomon with Ralph Fiennes – A light that never dies
The light glows pale, the light glows dim, but still the light goes on.