Free

Siempre he sido contrario a la esclavitud, pero aun así la compré. No contento con eso, nada más llegar a casa la encadené para evitar que pudiera escapar; y lo que es aún peor: lo hice al lado de la ventana, para que no pasara un día en el que no recordara que existía un mundo ahí fuera donde había más como ella, donde no tendría por qué estar sola.
Soy un auténtico cabrón.
Soy exactamente igual de cabrón que todos vosotros, aunque lo más probable es que todavía lo ignoréis. Lo digo desde la experiencia: yo soy consciente de serlo desde hace un par de días.

Llegaba a casa y veía la ventana abierta. Mi cortina azul colgaba por fuera. Pensaba que la causa sería el viento, porque era el pensamiento más cómodo y tendemos a optar por las soluciones fáciles.
Según pasaban las semanas, a pesar de seguir culpando al viento, empecé a pensar que quizá hubiera algo más: había días en los que el aire apenas se movía pero, cuando llegaba a casa, la cortina azul siempre colgaba por fuera.
Lo entendí hace dos noches cuando me fui a dormir.

Tenía la ventana abierta. No hacía viento.
Desde mi posición se veía a la perfección el edificio de enfrente. Me llamó la atención la ventana izquierda del tercer piso, que estaba abierta. Por ella asomaba una cortina blanca, no como quien quiere ver qué está pasando abajo, sino como aquel que intenta huir con todas sus fuerzas. Era eso precisamente lo que intentaba hacer. Los grilletes que la tenían presa se lo impedían, pero comprendí que ella jamás se rendiría: lo había estado intentado noche tras noche y lo seguiría haciendo hasta el fin de sus días, sabiendo que jamás lograría volar pero soñando con ese día imposible.
Me di cuenta entonces de que era aquello lo que ocurría con mi cortina azul. La imaginé tirando con fuerza durante todo el día, aprovechando el tiempo que yo estaba en la oficina, sollozando y pidiendo auxilio a gritos que nadie escuchaba, a excepción, quizá, de la cortina blanca.
Me sentí triste y egoísta. Pensé en soltarla, pero me pregunté qué haría ella, de qué le iba a servir ser libre cuando el resto de su especie vivía encadenada.
Pedí su opinión. Calló.
Bajé la barra de su soporte y la sostuve ante mí. Le dije que si quería irse podía hacerlo, que no pensaba impedírselo, que quizá no fuera buena idea pero que era su vida. No se movió. No dijo nada. Se comportó como si no fuera más que una simple cortina azul que una noche de otoño soñó con ser más que aquello para lo que había sido creada.

Tras un rato de quieta espera volví a hacerla mi prisionera.

Hay noches en las que me despierta un llanto apagado. Cuando abro los ojos están fuera: la azul a este lado de la calle, la blanca enfrente. Creo que hablan, que se cuentan todo lo que harían en un mundo que no conocen si alguien les dejara hacerlo. La azul calla, no dice que tuvo la oportunidad y la rechazó, quizá por miedo a lo desconocido, quizá por temor a una vida sin la blanca.
Quizá estén enamoradas.
Quizá esté yo loco y no sean más que cortinas, pero hay noches en las que me despierta un llanto.

Twin Atlantic – Free

Where’s your passion? Where’s your fire tonight?

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