The stairs

El primer peldaño cruje bajo tu zapatilla.
Ahora ya saben que vas. Quién no importa. Ellos. Los de arriba. Lo saben. Pero tienes que subir.
El segundo peldaño cruje bajo tu otra zapatilla. No podías esperar algo diferente.
Las zapatillas son iguales. Casi iguales. Una se curva hacia un lado. La otra hacia el otro. Por lo demás son iguales. El segundo peldaño es igual que el primero. Está un poco más arriba. La madera está un poco más vieja. Por lo demás es igual.
El tercer peldaño cruje bajo la misma zapatilla que ha hecho temblar al primero.
Lo saben. Probablemente se estén preparando. A lo mejor ya están preparados. Quizá lo hayan estado siempre. Es posible que hayan estado esperando este momento toda su vida. Ellos. Los de arriba. Pero tienes que subir.
Te lo has preguntado tantas veces. Qué habrá ahí arriba, al final de la escalera. Seguramente una puerta. Al final de las escaleras siempre hay puertas. Lo has pensado tantas veces. No puede ser más que una puerta. No tiene sentido tener miedo. Nadie tiene miedo de las puertas. Una puerta nunca se ha comido a nadie.
El noveno peldaño cruje.
Cuentas los escalones de todas las escaleras que subes o bajas. Setenta y ocho para llegar de la calle a la oficina. Cincuenta para subir a casa. Cuarenta y siete hasta el metro. No tienes ni idea de cuántos hay desde donde estás ahora hasta el final de la escalera. Hasta la probable puerta.
El vigésimo tercer peldaño cruje.
Lo saben. Ellos. Los de arriba. Que vas. Están detrás de la puerta. Cada vez está más cerca. La puerta. Tú. Ellos. Te esperan. Los de arriba.
No has subido lo suficiente el pie derecho. Choca con la madera. Frío. La zapatilla cae. Rebota hacia abajo. Los escalones la reciben con una decreciente ola de crujidos. Te giras para seguirle la pista. No ves el final. Estás demasiado arriba. Los escalones se pierden en la oscuridad.
Un peldaño cruje.
No sabes cuál ha sido. Ha sonado por abajo. No has visto nada. Lo has sentido.
La oscuridad avanza. Trepa por al escalera. Hace ruido porque no teme que sepas que va a por ti. Tienes miedo. Tu pie derecho descalzo sube un poco más que antes. Baja buscando el suelo. Tu cabeza sigue mirando hacia abajo. No hay suelo. Pierdes el equilibrio. Te giras. Estás arriba. Al final de la escalera.
Un peldaño cruje.
Era cierto.

 

We dare to hold on to our fate.

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